Dos Libros

VIOLETA-2

 

Y tocabas el acordeón
que me traía agua con los ojos
y no llueven gotas
para arreglarte las manos jóvenes por siempre
y así te empiezo a querer en mi sangre
tu sangre que da esperma espasmos que da
hijo poeta de los luceros
o las nadas mismas
o nadadores libres al cielo
o pandillero hayas creado
o casa
o sea la maderita en la mesa
con dos libros para enternecer tu saber
santiagueño de los montes profundos que cuentan
las siete lunas al oído
o los gatos trepando tus brazos de barro y anís.
Me aprenda tu valor
para enfrentar las mariposas y ganarle con
tus dientes todas las batallas
y te crecía ya por las uñas las pequeñas tunas
donde yacían cuatro niños
apenas tres mujeres
que le duermen el hambre
le comen las tobilleras adornadas en poleo seco
que si mueren en la represa, mejor.
¿Cuándo tu cuerpo dejará
de ser el país que me cobija?
¿Cuándo los pasados no serán como
todo lo que has construido?
¿Cuándo al acordeón dejará de salirle humo
como si de la tumba a nacer los niños muertos fuera ?
¿Será tu semen el que haga a las bestias perder el beso?
¿Serán los pastos que cortás; los que me dan remedio
al salir a los pantanos y sanarme las rabias, las quemaduras,
los hombros descubiertos o repletos de miedo al ponerse el sol?
Y tomo tu mano adornando el cruce de la calle
y pasar al otro lado, en París
y esperar la demente descarga conmigo
o con los otros
y comer o cenarte las nadas
o las pocas ganas que me das
y enternecerme por cada amigo que
se aleja de mis quejas
de mi amor que doy enfermo
sin remedio
aunque me cure de a poco
con los arboles de plaza me emborrache
y a tu sombra querer la liberación de tus
tres corazones como satélites poniéndose
por el oeste
como el otro sol
como cada uno de tus humores
como cada uno de tus días
que se cuentan distintos
que se cantan distintos
como vasos de tinto
que se caen                        con las angustias
con las insoportables ganas
de amarte  de amarrarte     juntos
que te deje la mano suelta        diseca de amor
de flacura
dejarla en el aire
para perseguir las brizas del amor
para seguir las señales de tu padre corazón que aumenta con la leña
que le tiro cada tarde,
abandonar las tazas repletas del cosido mate amargo,
los trapos sin secarte la sangre
como pelusa de otoño que se pega,
que nadie te tuvo así, a la ropa, a la amargura, a la liviana,
ya casi espeluznante cama que me armas como el porro
que no me dejas fumar,
marihuana como limonero verde que te planto
en los umbrales de tus mejillas
¿Cuándo pasarás a hablarme de los mañanas que traes cargados?
¿Cuándo no me matarás por la mañana?
Acusándome
de quererte de soñarte
de zambullirte de enternecerte
de manejar a horas despierto
la llama de este cigarrillo que ya
me quema los dedos hasta del pie
que si te soporto o no, que la foto de mi almohada estará mojada en tus ojos
recordando que tal vez, quizás
seamos hasta el sueño y la revolución se hace secando la mesa
cubriéndome de los barcos que te llegan
a las costillas o me tape los ojos y no los vea
Para no sufrir
para no morir
para bailar
con este whisky que a sesenta
grados a la sombra me quema los dedos
otra vez como el tabaco
como tus pies
como las plantas que muerden
como los siete soles
girando por encima del tiempo.

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